Desde el punto de vista geográfico y ecológico el Estado ha sido manejado pésimamente. Desde el régimen del Lic. Miguel Alemán Valdés comenzó la agresión al Istmo de Tehuantepec. Consistió en que era necesario abrir tierras a la ganadería. Con ese pretexto se derribaron más de 18,000 km² de selvas altas perennifolias y selvas medias caducifolias, en una franja situada al occidente de la carretera transístmica, en territorio zapoteca y del bajo mixe. Esa, como todas, era una selva llena de recursos que incluían maderas finas y maderas resistentes para la construcción, así como multitud de plantas alimenticias y medicinales que desaparecieron.
El
desconocimiento de los datos geográficos hizo posible que, al desaparecer el
alto coeficiente de humedad y la temperatura estable que caracterizaba a esa
región, el clima se radicalizó, elevándose, y los vientos del norte se
incrementaron al grado de que, ahora en Santiago Lachiguiri, población zapoteca
situada a más de 60 kilómetros de la región dañada, la gente se queja de que ya
no llueve y que tienen que buscar lugares muy especiales, con ligera humedad,
para sembrar el maíz de autoconsumo.
En el Istmo
de Tehuantepec se encuentran dos municipios muy importantes: Santa María y San
Miguel Chimalapa, habitados desde hace más de 4 000 años por población
protomayense, de los que los zoques son los representantes actuales. Desde hace
más de 40 años, una familia de madereros chiapanecos, ha aprovechado los
bosques de la parte oriental y su acción ha provocado que exista población
chiapaneca en nuestro Estado y que incluso el gobierno de Chiapas haya
establecido un municipio, el de Belisario Domínguez, totalmente dentro del territorio
oaxaqueño.
A la luz de
la tónica que se está siguiendo, de acabar con los bosques, que en esa zona son
de tres tipos: en la parte alta, bosques de coníferas (Pinus oocarpa); en la
parte media, selva media caducifolia; y en la parte baja, selva alta
perennifolia (la última que queda en el país), se está a punto de suceder un
enorme error. Este territorio debe convertirse en zona Nacional Protegida o
Parque Nacional. Más de 200,000 de esos km² representan el regulador térmico e
hídrico que permite que existan los ríos Uxpanapa y Coatzacoalcos en el nivel
que los vemos actualmente. Ese regulador térmico mantiene un régimen elevado de lluvias, aparte de las ciclónicas,
y regula, elevando los vientos fríos que vienen desde Canadá y el norte del
continente. Si esa masa vegetal llega a ser destruida, los vientos fríos
vendrán más próximos al suelo, la humedad ambiental desaparecería y por
consiguiente en el Istmo de Tehuantepec
se sufriría un colapso, ante todo económico, en los municipios costeros,
incluyendo los de Chiapas (Arriaga, Tonalá y Pijijiapan).
Aparentemente
no nos damos cuenta de que si esto llega a ocurrir, en la franja costera del
Istmo de Tehuantepec, donde actualmente los vientos superficiales en invierno
llegan a alcanzar los 150 km/h, podemos cómodamente esperar que la intensidad
de esos vientos se va a elevar en un alto porcentaje, y eso puede hacer
incosteables los parques eólicos, porque un viento de esa intensidad podría
derribar los generadores. Además, el golpe a la capacidad biótica del país por
la casi desaparición de la fauna silvestre (por ej., águila harpía, jaguar,
ocelote, tigrillo, tapir, senso, etc.), sería enormemente grave. Ante esto está en juego una modificación
sustancial de las características geográficas de un territorio lleno de vida,
de árboles y de restos culturales olmecas, zoques y mayenses, que debe ser
conservado en beneficio de la población de nuestro país. México no se puede dar
el lujo de perder, por la ambición de unos cuantos, recursos que son
fundamentales para el desarrollo del país ahora y en el futuro. Se debe señalar
que los desmontes que se hicieron a principio de la década de los 50 en el
occidente de la carretera transístmica, redujeron en un 50% el régimen de
lluvias en los municipios costeros de Santo Domingo Zanatepec y San Pedro
Tapanatepec, que pasaron, de una precipitación de cerca de 1 500 milímetros
cúbicos anuales en 1960 a los 750 milímetros cúbicos anuales que caen
actualmente. Imaginemos lo qué va a ocurrir en el Istmo si Oaxaca pierde los
Chimalapas y se permite su explotación hasta la extinción.
MTRO. LUIS RODRIGO ÁLVAREZ.
INICIATIVA CIUDADANA OAXACA.
CENTRO REGIONAL DE DERECHOS HUMANOS
BARTOLOMÉ CARRASCO BRISEÑO. A.C.
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